miércoles, 23 de febrero de 2011

Diversidad Cultural

Etapa 1

DIVERSIDAD

De acuerdo con la noción de cultura adoptada en párrafos anteriores, la diversidad se entiende como una realidad humana y espacio donde se inscriben las distintas culturas. Tal realidad supone que cada persona, grupo y/o comunidad tienen una identidad constituida por múltiples contactos culturales; es decir, tiene su especificidad a partir del otro. Este doble juego condensa los rasgos que la hacen ser como es y no otra cosa; así, la identidad de los grupos es la existencia y la expresión de lo especifico que da sentido a la diversidad.

Por consiguiente, la idea de homogeneidad cultural ha perdido vigencia, sobre todo a partir de los constantes flujos migratorios de las décadas recientes, por lo que ya no hay sociedades que se consideren como unidades que correspondan de manera clara a una cultura. Aun entre los grupos indígenas esta noción es obsoleta, si bien es posible identificar características culturales muy específicas que han perdurado durante siglos, las culturas siempre se han entremezclado, las fronteras entre unas y otras no son nítidas ni infranqueables.

En este sentido, es necesario apuntar que estos múltiples contactos entre diferentes grupos culturales en una sociedad no constituyen un simple pluralismo de culturas yuxtapuestas sino un entramado de relaciones diversas. Entre las que predominan las de poder que han generado –por ejemplo en México- relaciones asimilacionistas e integracionistas que buscan la desaparición de los grupos considerados como minoritarios. Ahora bien, en cuanto a México se define constitucionalmente como un país pluricultural, admite la diversidad étnica que lo conforma. La conciencia de que somos diversos exige políticas públicas que permitan su expresión y cultivo en materia de educación, salud, cultura, etcétera. Esto configura un nuevo proyecto de sociedad incluyente en que se vea reflejada la diversidad que nos conforma.

Reconocernos como país cultural y étnicamente diverso implica generar políticas y estrategias socioeducativas encaminadas a transitar hacia una realidad en que las distintas culturas se relacionan entre ellas como pares, al eliminar toda forma de discriminación, prejuicio y racismo contra los integrantes de las culturas minoritarias que residen en el mismo territorio. Para ello es imprescindible que los mexicanos nos reconozcamos como diversos y comprendamos que el hecho de vivir en un país pluricultural y multilingüe nos enriquece como personas y como colectividad.

MULTICULTURALIDAD

No obstante las aspiraciones señaladas en párrafos anteriores, existe un marcado contraste con nuestra realidad que puede catalogarse como multicultural, ya que las relaciones establecidas históricamente en los grupos o culturas minoritarias y la llamada sociedad mayoritaria han sido no sólo de predominio de esta última sino incluso de exterminio de las consideradas minoritarias en un afán homogeneizante de la identidad nacional.

La multiculturalidad se entiende como la coexistencia de diversas culturas en determinado territorio, en donde está presente el reconocimiento del otro como distinto, lo que no significa necesariamente que haya relaciones igualitarias entre los grupos. Por el contrario, en este escenario la diversidad se traduce en (o es sinónimo de) desigualdad.

Existen, de manera independiente, profundas asimetrías que afectan sobre todo a los pueblos indígenas. Las más visibles y lacerantes son sin duda la económica, entendida como la carencia de oportunidades para el desarrollo productivo; la política, como la falta de voz; la social, como la ausencia de opciones; la valorativa, que implica discriminación y racismo, y , desde luego, la educativa, que significa carencia de oportunidades para acceder a una educación pertinente y consecuente con las características socioculturales y lingüísticas específicas de cada grupo (Schmelkes, 2001).

En México existen graves asimetrías valorativas como consecuencia de relaciones de subordinación, discriminación y racismo. La asimetría valorativa es la manifestación de la introyección del racismo, tanto en el que discrimina como en el que es discriminado, y es un impedimento fundamental para lograr relaciones equitativas entre las culturas y los individuos que las conforman.

La asimetría propiamente escolar se refiere al carácter monocultural y monolingüe de los sistemas educativos nacionales, ya que estos han implantado un modelo de escuela que ignora las necesidades, características y expectativas particulares de cada contexto cultural y lingüístico.

Estas dos últimas asimetrías pueden ser abordadas desde el ámbito educativo. Para contrarrestar la valorativa es necesario fomentar la estima de la cultura propia; en cuanto a la autoestima cultural, es fundamental creer en lo que se es y reconocerse creador de cultura desde ese espacio.

Las causas de estos fenómenos son complejas e históricas, sistemáticas. Desde luego, tienen que ver con un sistema social y educativo discriminatorio que fomenta la reproducción de la desigualdad en la escuela, evidentemente en la formación de los docentes, en los Planes y Programas de Estudio, en la planeación, en los resultados del aprendizaje, en la eficiencia terminal, en la cobertura, etcétera, que repercute en la calidad de la educación que se ofrece.

Por tanto, la escuela puede combatir de manera indirecta, parcial e interrelacionada el conjunto de asimetrías –la multiculturalidad en la educación, no con carácter redentor sino como un dispositivo que al reconceptualizar y dinamizar la práctica educativa en su conjunto, genere, a manera de resonancia, cambios y espacios que contribuyan a lograr relaciones mas equitativas entre las personas y los grupos sociales en nuestro país.

INTERCULTURALIDAD

Ante este panorama, la interculturalidad se presenta como un proyecto social amplio, una postura filosófica y una actitud cotidiana ante la vida. Es una alternativa para repensar y reorganizar el orden social, por que insiste en la interacción justa entre las culturas y las lenguas como figuras del mundo (Villoro, 1993) y porque recalca que lo decisivo es dejar espacios y tiempos para que dichas figuras se conviertan en mundos reales. Así, en la interculturalidad se reconoce al otro como diverso, sin borrarlo sino comprendiéndolo y respetándolo.

La interculturalidad propugna por un proceso de conocimiento, reconocimiento, valoración y aprecio de la diversidad cultural, étnica y lingüística que caracterizan a México y que se manifiesta en las distintas formas culturales presentes en el país. Este proceso es un ejercicio epistemológico y ético, pues alude al contacto cultural como el encuentro de la diferencia básica existencial de la que somos parte.

El conocimiento de la diversidad cultural constituye un primer acercamiento a la diferencia desde una posición de apertura tanto cognitiva como ética que posibilita el reconocimiento del otro, es decir, el impacto de esta diferencia. En tanto reconocemos, avanzamos en el contacto cultural, lo que influye en la identidad, en el sentido de que la tradición propia ya no se piensa como la única válida y legítima para construir la realidad; se relativiza lo propio y, por ello, se produce un conflicto, al cuestionarse los parámetros epistemológicos y éticos. Esta disposición y apertura tanto epistemológica como ética va a consolidarse desde marcos más incluyentes y equitativos, lo cual allana el camino para la valoración.

El concepto de valoración se refiere a resignificar la diferencia, con base en una posición ético-epistemológica intercultural en el que las distintas formas de construir la realidad son validas y legitimadas desde la mirada propia, al admitir la eficacia cultural que cada una de éstas tiene en la vida de las personas.
Ahora bien, es necesario señalar que en la valoración se intensifica el momento de la inclusión y la exclusión de aquello que impacta la identidad. Esto es, el respeto cultural exige apreciar las formas de vida de las que disentimos o que, incluso, consideramos perniciosas. Podremos tener hasta la obligación de combatirlas, pero no podremos elevar nuestra cultura a paradigma universal para juzgar a las demás (Panikkar, 1995).

En el plano de la interculturalidad, el sujeto, individual o social, se relaciona con los demás desde su diferencia por medio del diálogo intercultural, para aprender a revitalizar las tradiciones consolidadas como propias en cada cultura y, ante todo, para poner en tensión su conservación y transformación, para posibilitar el conocimiento de la cultura propia y de las otras. Así, la interculturalidad implica una dimensión epistemológica pues cuestiona la forma en la que se construye el llamado conocimiento científico como el único válido para la humanidad.

De esta forma la interculturalidad ha puesto en el centro de la discusión la forma como se construye el conocimiento en la sociedad occidental, ha puesto de manifiesto el desgaste de los paradigmas que sostenían que el conocimiento científico era el único aval de legitimidad y validez para aprehender la realidad. Por otra parte, se reconoce que la especialización de los conocimientos ha llevado a su parcelación, a una visión reducida y fragmentada de la realidad, y por ende, al debilitamiento de sus posibilidades para resolver los problemas en ella se presentan.

Por este motivo se han empezado a explorar nuevas formas de construir el conocimiento, articulado y complementando saberes, reconociendo la validez y eficacia que otras lógicas culturales utilizan para construirlo. Esto implica comprender que aquéllas tienen formas particulares de entender y significar el mundo que, no obstante las diferencias con la propia, son igualmente válidas en tanto constituyen el conjunto de conocimientos, valores y creencias que dan sentido a la existencia de un pueblo, y por tanto, a la de las personas que lo integran.

La interculturalidad implica también una dimensión ética porque denuncia y combate los intentos totalizadores en cualquier ámbito social; esta ética sustentada en el concepto de autonomía. Cuando se afirma que ésta representada una opción ética, se debe a que la postura que asume pasa por el reconocimiento y la autonomía de los pueblos.

La autonomía, entendida como la capacidad de elegir, conforme a principios, fines y valores, y de ejercitar esa elección, supone que las creencias básicas que determinan las razones válidas, los fines elegibles y los valores realizables, pueden variar de una a otra cultura. Por tanto, el reconocimiento de la autonomía personal implica el de las comunidades culturales de pertenencia. Es desde la autonomía que se posibilitan las relaciones interculturales, es decir, aquellas libre de toda intención de dominación encubierta.

Por último, la interculturalidad, en su acepción social amplia, considera la lengua como dimensión que permea la cultura de un pueblo y, por ende, la identidad de sus miembros, y que desempeña, como ya se dijo, un papel muy importante en el desarrollo de su vida sociocultural. Constituye un elemento fundamental, ya que en espacio simbólico donde se conjugan las experiencias históricas propias y las relaciones que determinado pueblo sostiene con el mundo que lo rodea. De tal manera que la lengua es muestra de la rica variedad de expresiones del pensamiento y de las capacidades de creación, recreación e imaginación de cada grupo social.

En este sentido la dimensión lingüística cobra vital importancia para la interculturalidad, toda vez que en países multilingües y multiculturales como México reconocer la relación entre el desarrollo de la lengua materna y el aprendizaje de una o más lenguas, en términos de acceder a los códigos de sus respectivas culturas, significa poder aproximarnos a una realidad lingüística nacional sustentada en un bilingüismo equilibrado y en un multilingüismo eficaz.

Estos referentes conceptuales evidencian la necesidad de conocer y reconocer la diversidad sociocultural y lingüística de los alumnos, para preparar procesos y prácticas educativas con base en su identidad, lenguas, formas de conocer y elegir. En suma, partir de las múltiples culturas que se encuentran presentes en la escuela para generar un proceso educativo incluyente, pertinente y significativo. Este punto de partida es lo que representa, en esencia, el enfoque intercultural bilingüe en la educación.

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